Apuntes a partir del conversatorio entre artistas De confines y confinamientos

El proyecto Home made y su edición 01, muestra-catálogo De confines y confinamientos, fue curado dentro de casa por la directora de la Bienal de Cuenca, Katya Cazar, en él se invitó a 11 mujeres artistas: Karina Aguilera (EE. UU. / Ecuador); Ángela Bonadies (Venezuela); Saskia Calderón (Ecuador); Eugenia Calvo (Argentina); Pamela Cevallos (Ecuador); Marilá Dardot (Brasil); Glenda León (Cuba); Matilde Marín (Argentina); Rosell Meseguer (España); Priscila Monge (Costa Rica); Sandra Nakamura (Perú). La propuesta era crear desde el encierro obligado a causa de la Covid-19, con una mirada que ahondara en la limitación del espacio físico, pero también en lo que sucede a nivel simbólico.

Una de las actividades, parte de este proyecto, fue un encuentro virtual llevado a cabo en julio de 2020. En este conversatorio se realizó una mayor aproximación a las obras, desde una perspectiva tanto individual como colectiva.

Las artistas coincidieron en que crear en tiempos actuales, y participar en esta muestra en particular -de gran valía como registro del presente-, significó un gran esfuerzo, en un momento en que sale a la luz una precariedad que ya existía antes y que ahora se vuelve evidente.
El reto para todas fue producir en las condiciones complejas de una pandemia, de cancelación de trabajos, proyectos y viajes, con lo que había a mano; pero cada una encontró su manera de hacerlo desde una nueva propuesta o desde la revisión de sus archivos. Lo cierto es que siempre se han enfrentado a trabas, pocos presupuestos, sistemas que entorpecen el trabajo de los artistas en general, a la condición de ser mujeres en un mundo de marcadas desigualdades.

Uno de los resultados de esta reunión, fue entonces el acuerdo en cuanto a que la Covid-19 vino a proyectar y potenciar algo que ya sucedía antes, sin desconocer que nos enfrentamos a un escenario único y devastador. Aunque la respuesta podría ser la de la pérdida de esperanzas, ellas hacen una apuesta positiva, siempre la han hecho, saben que identificar la crisis, sus elementos, implica también empezar a cambiar cosas.

 En De confines y de confinamientos, los lugares públicos que han pasado a ser espacios abandonados, cerrados, vacíos por distintos motivos vuelven a tener aire. En Galería Pico de Pañuelo el arte sale a la calle próxima de Madrid y con él hay un potente recuerdo de una patria aislada hace tanto. En Rosario se abre la casa del gran arquitecto Hilarión Hernández Larguía que permaneció cerrada por su muerte, solo para que por un día circule el viento de la memoria. En Lisboa en un Salón de Belleza cerrado después de 50 años de funcionamiento se abandona el tesoro de un libro, un mensaje. En una ciudad del Perú las ventanas permiten imaginar portales hacia una vida hacia afuera, escapes de la imaginación de una artista y sus dos hijos. Y en Nueva York hay un jardín que contiene una piedra inca, su imagen, que permite un único y posible escondite ante un virus invisible.

Los objetos también llegan a esta muestra con una potencia especial, puesto que el encierro nos ha agudizado los sentidos. En un caso, se amontonan coleccionados para preguntarnos sobre nuestros absurdos patrones de consumo y la realidad de los otros. En un delicado papel se escriben extrañas y delicadísimas partituras que nos llaman a escuchar el mundo, el camino de las hormigas, el movimiento de las nubes. El dibujo de un bosque se transforma junto a otros elementos en jabonera, lo único que hoy, quizá, puede, contener algo con sentido. Están también presentes la fuerza de las palabras que quieren devolvernos a la fe en el porvenir grabadas sobre metal. Y esa sensación que nos deja 43 metros de alambre tecnológico que envuelve el cuerpo para salvarnos mientras nos asfixia.

¿Qué pasará ahora con el arte después de la pandemia? Resumimos una postura, como una sinfonía de voces, pese a la diversidad: Va a cambiar, porque ha cambiado el mundo, porque su obligación es ver las costuras de lo que sucede. Nada está pasando sin motivo. Hay una fuerte sensación política en el aire. Una posibilidad de que aquello que creaba por moda pase para dar paso a las propuestas más potentes y comprometidas. Hay un giro en la manera de crear e incluso de vivir el arte, todo ahora es más próximo, cada una se encuentra en un momento de profunda reflexión, ordenando el caos, en resistencia.

Algunas de sus reflexiones:

“No puedo ver el futuro, pero sé que esta experiencia me va a afectar. Ya está afectando mi trabajo, la consciencia política que siempre he tenido. Especialmente en este momento está magnificada la desigualdad (…) no solo en nuestros propios contextos, en nuestro país, sino de forma global” Karina Aguilera Skvirsky

“Hay muchos tipos de artistas y trabajo cultural, quienes vamos a decidir seguir haciendo esto es porque realmente tenemos algo que decir. Toda esta cuestión más superflua, de mucho arte que se ve ahora, ojalá se diluya y que el arte sea más reflexivo, crítico, sensible al mundo, que tenga más cabida… ¡eso me gustaría pensar!” Sandra Nakamura

“Tuve que buscar en material que ya tenía en registros de búnkeres, en este caso de Mallorca. Antiguamente los militares eran hombres y las mujeres salían de casa para ocuparse de las fábricas porque había una guerra. A mí se me vienen a la cabeza algunas contradicciones: el hombre salía y esto obligaba a las mujeres a realizar actividades que antes no se les había propuesto” Rosell Meseguer

 “Para mí fue aceptar hacer una obra que tal vez no se produjera en otras circunstancias, que es el resultado de un contexto, también de una condición que es común a todas. Estamos todas sometidas a esta precariedad y no solo con la pandemia, es una precariedad de artistas mujeres que viene desde hace mucho” Marilá Dardot

“El aporte de mi obra es sensibilizar, una nueva forma de escuchar el mundo que luego se puede desgranar en una nueva forma de mirarlo o de reflexionar… a partir del camino de las abejas, el desplazamiento de los delfines o los elementos que nos rodean” Glenda León

“Siento que esta es una crisis impresionante, global, un subrayado a una crisis que venía hace mucho tiempo. La precariedad está rozando casi la esclavitud… ¿cuánto está ganando la gente y cuánto está trabajando? Es un virus salvaje, tal cual el sistema (…) En particular el arte va a dejar las costuras a la vista” Angela Bonadies

“La pandemia nos obligó a modificar rápidamente nuestros hábitos. La tecnología nos permitió continuar las actividades en lo social y productivo, pero también nos tiene confinados en el mundo virtual que puede ser agobiante, por eso el encierro en metros de tecnología” Saskia Calderón

“… Esta sensación de volver a lo inmediato, a lo que se puede, a lo que está a lado. Es casi un deseo poder trabajar de ese modo. (…) En este momento siento una percepción más afilada de las cosas, de lo que me interesa, de los vínculos con lo que es más cercano, me gustaría poder sostener esto, no dejar que después olvide” Eugenia Calvo

“El contexto de pandemia me hacía pensar mucho en las desigualdades, en esta cosa tan radical del neoliberalismo, en cómo las comunidades están totalmente afectadas en lo vinculado al turismo y la artesanía. Pensar también, en el propio lugar de enunciación, en la oda al consumo exacerbada, en mi propio consumo y asociarlo con la idea del coleccionista”. Pamela Cevallos

“Durante muchos años me identifiqué con el rol del artista testigo, parte de mi producción está armada de esa manera. Si bien el artista no puede cambiar el mundo tiene la obligación de dejar huellas, donde se pueda leer lo que ha pasado, como ha sido en la historia del arte… nosotros somos un cruce” Matilde Marín

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